Fiesta Patronal Diocesana

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Queremos compartir el cercano mensaje que Mons.  Agustín  nos  envió  el 24 de enero.
Recemos por él a Dios para que en Mercedez Luján logre seguir siendo un humilde constructor de Su Reino.

Fiesta Patronal Diocesana

Nuestra Señora de la Paz

Lomas de Zamora, 24 de enero de 2008

 

Hermanos queridos:

Con esta celebración de la Fiesta de Nuestra Señora de la Paz cerramos el Año Jubilar en el que hemos recordado los 50 años de vida de la Diócesis. A lo largo de este período hemos querido agradecer a Dios sus múltiples dones y hemos buscado ponernos en sintonía tanto con el Santo Padre, así  como con la Iglesia Latinoamericana, para seguir navegando en el mar del tercer milenio.

Para esta ocasión he querido invitar especialmente a aquellos hermanos en el Episcopado quienes, habiendo formado parte de nuestro clero, ahora siguen sirviendo a la Iglesia desde otros lugares. A ellos, gracias por acompañarnos.

Durante este período festivo nos habíamos propuesto volver nuestra mirada a Jesucristo y darle gracias por todo lo que nos ha regalado en estos hermosos años de vida eclesial.

Nos han acompañado a lo largo de este año, en diversas celebraciones, el Cardenal Jorge Bergoglio, el Señor Nuncio Apostólico Mons. Adriano Bernardini, y el Arzobispo de la Plata Mons. Héctor Aguer. Cada uno de ellos ha aportado su tónica especial y ha puesto de relieve características de nuestra vida eclesial.

No me canso de repetir y manifestar la belleza de esta querida Diócesis de Lomas de Zamora. Ella ha sido enriquecida gracias al pastoreo de quienes me han precedido, Pienso en la vida inmolada de Mons. Filemón Castellano; en la bonhomía y cercanía al pueblo en Mons. Alejandro Schell; en la confianza dada a l laicado, así como el estímulo a la escuela de Ministerios otorgada por Mons. Desiderio Collino.

Es notorio que Lomas es una Iglesia de gran vitalidad. En no pocas ocasiones, quienes por diversas situaciones la conocen, expresan con asombro, cómo aún habiendo una notable desproporción entre la población y el número de sacerdotes, pueda existir tanta vitalidad, sea a nivel diocesano, como parroquial.

Y, si bien es verdad que falta recorrer mucho camino para actualizar las prioridades que ha indicado Aparecida, tales como la formación y una mejor coordinación de las energías, sin embargo, no podemos negar que muchos son los esfuerzos realizados. También es cierto que aún hemos de crecer en nuestra vida de fe y de caridad, pero no podemos callar el trabajo escondido y permanente de Cáritas. ¿Quién puede negar el camino recorrido en cuánto a la catequesis y la educación? ¿Ante quién puede permanecer oculta la específica orientación de las escuelas de capacitación laboral, o la presencia de un número significativo de Diáconos Permanentes o de los Medios de Comunicación? ¿Cómo no reconocer esos centros que, según me decía Mons. Collino, son nuestro orgullo y alegría: el Monasterio de las Hermanas Carmelitas, el Cottolengo de Don Orione, nuestro querido Seminario de la Santa Cruz y la Casa para los Retiros Espirituales de Luis Guillón?

Estos son signos visibles que nos llenan de alegría, y por ellos le damos gracias a Dios. Sin embargo, sabemos que es mucho más lo que no vemos y que sostiene esta magnífica vitalidad. Decía San Ambrosio: “Es en las almas donde la Iglesia es bella”.

Por eso, queridos hermanos, quiero en este momento tan especial de nuestra diócesis, agradecer al Señor lo mucho que nos ha dado en la entrega de nuestros hermanos.

Señor, quiero darte gracias por la vida de los laicos, por su permanente compromiso, por luchar en situaciones adversas para ser fieles al Evangelio.

Agradecerte por aquellos hermanos quienes, incluso ante la falta de trabajo, siguieron donándose en instituciones eclesiales y viven tu fuerte afirmación:”Busquen primero el Reino y lo demás se les dará por añadidura”.

Quiero darte gracias por la vida de tantos religiosas y religiosas que dan un permanente testimonio de que vales más Tú y tu Reino que ellos mismos. Muchos de ellos, a pesar de su edad avanzada, o sus achaques de salud, siguen trabajando en los Barrios a favor de los pobres.

Quiero agradecerte la vida de tantos diáconos que colaboran con los sacerdotes para que la Palabra sea anunciada, y por aquellos quienes, a imitación de las primeras comunidades, sirven y trabajan por los pobres.

Agradecerte por los matrimonios que nos enseñan una entrega sin límites para poder traer el pan a casa y servir a todos con un corazón magnánimo.

Quiero agradecerte la vida de los jóvenes que colaboran en tantas actividades y por todos aquellos que se preguntan si Dios no les pide una vida de mayor compromiso.

Finalmente, quiero agradecerte la vida de los sacerdotes, su entrega, su alegría, su servicio sin límites. Para ellos no hay horarios, y muchos de ellos son capaces de quedarse sin comer, o sin dormir con tal de estar cerca de algún enfermo o de quien sufre.

Junto a ellos, te agradezco Señor la vida de nuestros seminaristas. Ellos son nuestra alegría y nuestra esperanza.

Tu Madre, la Virgen de la Paz, nos ayude a caminar tras tus huellas a fin de que Tú seas siempre más conocido y amado. Con ella queremos ser discípulos misioneros constructores de la paz.

Vivimos todavía ese fuerte impulso que nos dejó Aparecida y a la luz del Espíritu queremos ponernos “en estado permanente de misión. Llevemos nuestras naves mar adentro, con el soplo potente del Espíritu Santo, sin miedo a las tormentas, seguros que la Providencia de Dios nos deparará grandes sorpresas” Aparecida 551).

A ti Jesús, Señor de la historia y de nuestros corazones te volvemos a elegir como el centro de nuestras vidas y de nuestra amada Diócesis de Lomas de Zamora. Amén.



Agustín Radrizzani

Administrador Diocesano

 

                          

Consejo Diocesano